El Milagro Medellín

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Fuente: Fondo Monetario Internacional

El exalcalde Federico Gutiérrez analiza cómo, dando prioridad a la seguridad y la sostenibilidad, se allanó el camino hacia una ciudad para el siglo XXI

EN 1991, MEDELLÍN, la segunda ciudad más grande de Colombia, era la más violenta del mundo. Hoy en día, la “ciudad de la eterna primavera” es reconocida internacionalmente como una de las más innovadoras, inclusivas y sostenibles del mundo.

Federico Gutiérrez, nacido en Medellín en 1974, cuando Colombia apenas entraba en un período violento de conflicto armado, fue alcalde de la ciudad desde enero de 2016 hasta enero de 2020, y ayudó a impulsar muchos de los esfuerzos que cimentaron el futuro de paz y prosperidad de la ciudad. Reconoce que la determinación y unidad de la gente de Medellín fue lo que permitió a la ciudad superar la violencia y el conflicto, y resurgir como una urbe galardonada y admirada a nivel mundial. En una entrevista con Marjorie Henríquez de F&D, Gutiérrez comparte sus perspectivas sobre la notable transformación de la ciudad durante las últimas tres décadas.

F&D: ¿En qué punto comenzaron a cambiar las cosas para Medellín?

FG: En la década de 1980 y 1990 nuestra Sociedad tocó fondo y vivió lo peor de la tragedia del narco-terrorismo. En 1991 alcanzamos una tasa de 381 homicidios por cada 100.000 habitantes. Hoy estamos en una tasa aproximada de 20 por cada 100.000 habitantes, una disminución del 95%. Y aunque la única cifra aceptable sería cero homicidios, hemos avanzado ostensiblemente en la reducción de la violencia y el respeto por la vida.

Hablar de un momento específico de cambio es complejo y debatible. Desde que los empresarios decidieron quedarse en Medellín en la década de 1980 y 1990, a pesar de la violencia, se empezó a gestar un modelo clave para el cambio: el trabajo en equipo. El tejido empresarial de nuestra ciudad es sumamente sólido y eso se puede explicar en gran medida por las dificultades que tuvo que sobrellevar el sector privado para sobrevivir. En medio de la violencia, permanecer fue un gran acto de valentía.

No existen fórmulas mágicas, pero sí existen fórmulas certeras, y una de ellas es el trabajo articulado entre el sector público, el sector privado, las universidades y la sociedad civil. El trabajo en equipo como sociedad fue factor determinante para emprender la transformación social de la ciudad. La mafia en su momento trastocó nuestros valores: el trabajo duro y honesto lo convirtió en dinero fácil, la sobriedad la cambió por la opulencia y, lo peor de todo, le quitó valor a la vida y en su lugar le puso un precio. Aunque nos falta camino por recorrer, hemos avanzado en la recuperación de valores como la vida, el respeto y la libertad.

En menos de tres décadas, Medellín se ha convertido en un referente más para el mundo. Es una ciudad innovadora en materia social que hoy incluso es sede del centro para la Cuarta Revolución Industrial para América Latina, en alianza con el Foro Económico Mundial. Haber vivido lo peor como sociedad nos hizo más fuertes y resilientes. Medellín es una ciudad que reconoce su pasado, mira con orgullo su presente y, sobre todo, con esperanza su future.

F&D: Como alcalde, ¿cuáles fueron sus prioridades?

FG: Las prioridades de un gobierno deben de alguna manera ser las prioridades de la gente. Para nosotros, esos temas fueron la educación, la seguridad y la sostenibilidad.

En educación tuvimos el presupuesto más alto en la historia de Medellín. Con uno de los programas bandera, logramos regresar a las aulas a más de 8.000 niños que estaban por fuera del sistema educativo por diversos motivos. También, otorgamos más de 43.000 becas para educación superior. Esa a la vez es la mejor estrategia para la seguridad en el largo plazo: brindar oportunidades de triunfar en el marco de la legalidad.

En seguridad, dimos golpes contundentes a estructuras que venían operando durante décadas. El tema de seguridad sigue siendo bastante complejo. Todavía existe criminalidad en Medellín, pero es mucho más silenciosa que la de los carteles de la década de 1980 y 1990. No hablamos exclusivamente de estrategias policiales. Se trata de un modelo integral que brinda oportunidades y construye confianza, al tiempo que combate la criminalidad, y que se centra en inversión social estratégica que le permite al Estado llegar a donde antes había un vacío del que se apoderaba la ilegalidad.

En cuanto a sostenibilidad, lo primero fue poner el tema de la calidad del aire en la agenda de la ciudad. Medellín, por su topografía y por sus vientos, tiene dos momentos del año en los que la calidad del aire disminuye ostensiblemente: marzo y octubre. Los datos sobre esto llevaban años en poder de las instituciones sin ser compartidos con la ciudadanía. La gente pensaba que el smog era neblina. Empezamos por reconocer el problema y visibilizarlo. Luego, nos propusimos convertirnos en la capital de la movilidad sostenible en América Latina: agregamos 65 buses eléctricos a la flota de la ciudad y los buses más viejos fueron renovados por otros con tecnologías limpias. Metrocables (teleféricos) nuevos, 80 kilómetros nuevos de ciclorutas, más andenes. Terminamos la estructuración técnica, legal y financiera de un nuevo tranvía en la zona occidental de la ciudad. Además iniciamos un piloto de taxis 100% eléctricos que se dejó en marcha. Soy un defensor del transporte público. Pocas cosas son más democráticas que un buen espacio público y un buen sistema de transporte público masivo.

También creamos 36 corredores verdes que hoy dan un respiro a las vías más congestionadas de la ciudad y sembramos más de 890.000 árboles.

F&D: Describa algunos de los logros más innovadores de la ciudad.

FG: Algunos autores han denominado lo ocurrido aquí como “El Milagro Medellín”. No creo que se trate de ningún milagro; nuestra transformación ha sido un asunto de muchos años y de mucha gente.

Por ejemplo, de la mano del sector empresarial, creamos Tejiendo hogares, una apuesta por construir el tejido social a partir de la formación en la disciplina positiva en las familias. Entendimos que poco servía tener las mejores inversiones físicas en los barrios si lo que había de las fachadas para adentro en los hogares era violencia contra las mujeres y contra nuestros niños. También pusimos en marcha Medellín abraza su historia, una construcción colectiva de memoria a propósito de la lucha por la cultura de la legalidad, que incluía el fortalecimiento del Museo Casa de la Memoria, la producción de documentales, la demolición del edificio Mónaco (anterior residencia de Pablo Escobar) para dar espacio allí al primer parque conmemorativo en honor a las víctimas del narcoterrorismo. También creamos Parceros, un programa enfocado en recuperar a nuestros jóvenes que han entrado en el mundo de la criminalidad.

Aquí se ha construido institucionalidad que ha permitido crear capacidad de soporte para la inversión social. Las administraciones han dado continuidad a los proyectos de ciudad, sabiendo que las cosas no empiezan cada cuatro años con una elección.

F&D: ¿Qué hizo para cerciorarse de que Medellín continuara en esta dirección?

FG: El éxito de Medellín está basado en su gente y en la mutua confianza. El proceso a largo plazo de reconstruir la ciudad es una tarea colectiva; uno solo no hace nada.

Lo primero es reconocer lo bueno que viene de atrás, no solo para continuarlo, sino para mejorarlo, entendiendo que los períodos de gobierno son cortos. Logramos mejorar la calidad de vida, soportando esta afirmación en que alcanzamos el punto más alto del índice multidimensional de calidad de vida. Invertimos eficiente y transparentemente los recursos donde se necesitaban, y no necesariamente donde obtuvimos los votos. Emprendimos esfuerzos en ámbitos que incluso hoy los reconoce la ciudad: la lucha contra la criminalidad y la reivindicación de la legalidad, la concientización sobre la importancia del medio ambiente y la calidad del aire, la disminución de la deserción escolar, la apuesta por ser capital latinoamericana de la movilidad sostenible, la consolidación de Medellín como centro aliado para la cuarta revolución industrial.

F&D: ¿Cómo hizo para escuchar las necesidades de sus ciudadanos?

FG: Durante años he caminado las calles de Medellín hablando con la gente, incluso antes de ser alcalde. Creo que es una de las características más importantes que hoy debe tener cualquier líder: saber escuchar, ponerse en los zapatos del otro y entender sus luchas diarias.